Hola, tras haber leido todas las historias que se escribieron en el foro, me animo a postear la mía. Espero que les guste.

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Tu verdadero destino

Desde la elevada ciudad en la que nací, clavada en un risco y subida en una aún más elevada muralla podía ver todos los bosques y llanuras que rodeaban a la ciudad del fuego. Desde niña, todo mi contacto con el exterior era espiando desde las alturas. Pasaba días enteros allí, mientras nuestros guerreros atravezaban las puertas para salir de caza, recolectar alimentos o simplemente para entrenarse en lo que marcaba nuestro destino, el arte de la guerra. Siempre, al amanecer, me sentaba en medio del pueblo y veía como todos los guerreros se preparaban para salir. Algunos afilaban sus grandes espadas, otros se ajustaban sus garras al punto tal que manos y garras se transformaban en una sola cosa. Mientras ellos estaban allí preparandose se veía más atrás a los ancianos, echando conjuros que ayudarían a aquellos guerreros a pasar otro día entero fuera del reino.
Cuando los preparativos estaban culminando salía corriendo a trepar las murallas para ver como los guerreros se perdían en el horizonte.

Recuerdo que cuando no estaba en aquella muralla estaba en el centro de la ciudad con los otros niños reviviendo aquellas batallas que nuestros padres nos contaban noche a noche, batallas contra humanos y contra elfos. Todos teniamos grandes espadas y garras hechas de madera, pero que para nuestra temprana juventud eran armas majestuosas, hasta creiamos ver el filo las mismas y oir como el aire se cortaba cuando aquellas armas se movían rapidamente. En esas batallas imaginarias siempre los demás niños iban al frente, golpeando a imaginarios enemigos que los atacaban ferozmente, pero nosotros siempre estabamos detrás, porque nuestros cuerpos no eran tan musculosos como los de ellos, siempre eramos la segunda linea. Esto me hacía enfurecer, ¿por qué no podía ser yo uno de los que golpeaban a los invisibles enemigos?, ¿por qué no podías ser yo quien comandara aquel ejercito?

Una noche, mientras mi padre dormía tras todo un día fuera de la ciudad le conté a mi madre aquella frustración que tanto me amargaba en los juegos, pero ella, con una tierna sonrisa me dijo: “Hija, todos desde que nacemos tenemos marcado a fuego nuestro destino. Puede que tu destino no sea empuñar una espada o unas garras, eso no es lo único para lo que estamos hechos los orcos. Hija mía, ¿has visto alguna vez a los ancianos detrás de los guerreros? Si los observas bien verás que ellos no son tan corpulentos, pero una sola de sus palabras hace enardecer el coraje de todos ellos”. Yo la miraba atentamente y embelesada con todo lo que me decía. Era cierto, aquellos ancianos hacían que los orcos se vean más fuertes, más rápidos y con más coraje. Nunca me había detenido a pensar en ese detalle. Me prometí prestar más antención de ahora en más a aquellos ancianos. Y mientras pensaba en ellos y tras un largo día de juegos me quedé dormida en los brazos de mi madre.

Al día siguiente y apenas el sol se asomaba en el horizonte salté de mi cama y me fui directamente a la plaza. Aquel día, como todos los días, los guerreros preparaban sus espadas y sus garras, pero yo ya no los miraba con tanta atención, solo podía mirar hacia atrás y ver a los ancianos. Empecé a notar que cerraban sus ojos antes de cada oración, y que tras decirla una estela de fuego los rodeaba a ellos y a los guerreros. ¿Como pude no haber notado semejante detalle después de haber pasado tanto tiempo mirándolos? Todo era nuevo para mí ahora, el significado de aquellas reuniones había cambiado.
Tan atentamente seguia aquella ceremonia que ni siquiera noté que el más viejo de entre los viejos se había sentado a mi lado. “Ya era tiempo de que lo notaras Hush, la mayoría ni llega a ver el fuego que los envuelve tras cada conjuro. Pero el místico que hay dentro tuyo empieza a desperar, y sin darte cuenta cuando repetías nuestros conjuros, el fuego te envolvía también. Mañana por la mañana quiero que estés a mi lado al momento de ayudar a los guerreros. Mañana comenzarás a conocer tu verdadero destino.”
Sin mediar más palabras se levantó, y volvío junto a los otros ancianos.