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Tema: Hush - Tu verdadero Destino

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  1. #1
    PlayOnline Gamer Avatar de tutucakiller
    Fecha de ingreso
    20 jun, 06
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    Re: Hush - Tu verdadero Destino

    Un UP !!!!!

    Se viene el próximo capítulo !!!!!!


    byessss...

  2. #2
    PlayOnline Gamer Avatar de tutucakiller
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    Re: Hush - Tu verdadero Destino

    Capítulo 6

    “Si me lo permite, desearía continuar yo con el relato – dijo mi madre al anciano que hasta ahora había mantenido el monólogo – ya que me interesa que mi hija, conozca no solo los hechos, sino también todo lo que sentí. Hija mía, esta es la historia... “
    Mi madre hizo silencio un minuto mientras trataba de acomodar los recuerdos en su cabeza. Mi padre, al igual que los ancianos, aguardo el relato de mi madre mientras me alzaba en sus brazos.
    “Balanth y yo teníamos la misma edad cuando comenzamos con nuestro entrenamiento, – mi madre comenzó con el relato – ambos éramos unos niños y al igual que tu pasábamos nuestros días jugando y fantaseando con batallas y guerras. Desde pequeño había algo en el que llamaba mi atención. Siempre encontraba la forma de convencer a los demás niños de que sería mejor para ellos ser guerreros, pero que debían ir detrás suyo a cada batalla, y ellos, sin quererlo ya le daban el poder de mando de cada juego. Yo era muy pequeña aún y no consideraba importante ir al frente o a la retaguardia, después de todo, todo lo que quería era jugar con mis amigos. Una mañana, sumamente calurosa, recuerdo que al llegar al centro de la ciudad vi a Balanth caminando junto a Vielle, y supe inmediatamente que lo había elegido como su alumno, esto no me llamó la atención inmediatamente, ya que aunque todos los maestros siempre comenzaban a reclutar muchos niños a la vez, Vielle siempre elegía unos pocos a quienes enseñar. Los vi caminar juntos un rato y luego separarse, saludándose hasta el día siguiente. Pocos minutos pasaron hasta que el anciano se acercó a mi y me dijo: “Note que me observabas mientras caminaba con tu amigo pero no ví en tu mirada ni un dejo de envidia, al contrario, parecías feliz de vernos”. Balanth era un amigo para mi, por lo tanto cualquier cosa buena que le sucediera era para mi motivo de satisfacción. “Pequeña, me gustaría que tu también estuvieses conmigo mañana al amanecer. Se que ustedes son muy amigos y me gustaría que se ayudasen el uno al otro con los entrenamientos”. Acepté más que contenta y al contarles a mis padres ellos también se alegraron. Al día siguiente comenzamos con nuestras clases y poco a poco, y con el correr de los días ganamos confianza y fuimos aprendiendo juntos. El entrenamiento era muy duro, pero estando acompañados se nos hacía más divertido. Veíamos a los niños que estaban con otros maestros, pero ellos parecían avanzar más lentamente que nosotros. Mientras nosotros pasábamos días y días solamente con entrenamiento de batalla, los otros niños pasaban tardes sentados junto a sus maestros en los bosques, forjando el carácter además de la fuerza. No comprendí hasta demasiado tarde la importancia de esas horas en las que solo meditaban y se volvían más profesionales. Vielle se esforzaba en lograr que seamos prácticamente invencibles estando solos, mientras que los demás enseñaban a los niños a trabajar como equipo. Cuando estuvimos preparados para elegir nuestro camino los alumnos de los demás ancianos estaban muy retrasados, pero mentalmente mucho mas fuertes y con un gran sentido de compañerismo. Llegó el día tan esperado, el día en que dejamos de ser Shamanes y el día en que debíamos elegir nuestro destino. “Overlord – gritó Balanth en el Templo de Paagrio – mi destino es ser Overlord, echaré maldiciones sobre todos mis enemigos y así conseguiré derrotarlos”. Vielle sonrió ante tal elección y con una mirada de aprobación lo felicito. Yo en cambio, elegí marchar junto a los demás guerreros para poder bendecirlos en cada una de esas batallas. Warcryer, esa fue mi elección, Warcryer”.
    En este punto del relato hizo un silencio, como rememorando aquellos días. Yo mientras tanto trataba de imaginar a mi madre como una gran Warcryer, ayudando a quienes lo necesitaran. Pero seguía sin comprender el por que nunca la había visto ayudar a mi padre todas las mañanas. Noté que mi madre se disponía a continuar con su relato, así que dedique toda mi atención a ese momento.
    “Desde aquel día noté que algo cambiaba en mi amigo. Balanth poco a poco dejó de ser aquel niño con ansias de aprender, y yo, al notarlo, me mantuve a su lado tratando de hacer que vea que el se estaba equivocando, que se estaba torciendo. El se ofrecía para ir a cada batalla, y para no abandonarlo yo también. Siempre traté de llevarlo por la senda de la razón, pero el ya había cambiado. En cada enfrentamiento que había con los enemigos el se volvía más y más sanguinario, aniquilando a ejércitos completos solo por el placer de hacerlo. Comenzó a dar instrucciones a los demás guerreros, que ya no veían con agrado su liderazgo. “Balanth El Ejecutor” le llamaban, pero algunos pocos lo llamaban “Balanth El Traidor”. Su nombre recorrió todos los reinos sembrando el terror de su ataque a cada ciudad. Batalla en la que participaba era una batalla ganada, era invencible, pero el ejército ya no lo respetaba tanto. Otros Overlords más viejos trataban de aconsejarlo, pero el no parecía escucharlos y hasta se burlaba de ellos invitándolos a pelear con el. Esta conducta llegó a los oídos de los demás ancianos, y a través de ellos hasta Vielle, que preocupado me llamó una tarde. “Solo a ti te escucha, siempre fuiste su compañera y te respeta. Trata de hablar con el, trata de que entienda que todo ese poder no puede ser controlado con ira”. Pero le respondí que ya lo había intentado muchas veces y que siempre había fracasado. El ya no me escuchaba aunque la mayor parte del tiempo estuviésemos juntos, en batallas o solo en los bosques entrenando. “Te elegí a ti como compañera Balanth porque eres la única de todos los que están entrenando que posee el mismo poder que el, eres la única que podría llegar a detenerlo en caso de que se vuelque hacia la senda del mal. Deposito toda mi confianza en ti, Igradin”.
    “Esas palabras fueron una enorme carga para mi, ya que me sentía en la enorme responsabilidad de cuidar de un volcán a punto de entrar en ebullición. Seguí hablando con el y tratando de que entienda, pero era en vano. Y fue así que una tarde, mientras entrenábamos, apareció esa figura de la que habló el anciano aquí presente”.
    Nuevamente el silencio de mi madre llenó la habitación. Respiró profundamente, como si el aire no le alcanzase para terminar la historia y continuó.
    “De un momento a otro, ambos quedamos petrificados, sin siquiera poder darnos tiempo a defendernos. La voz que nos habló era gutural, opaca y retumbaba en cada piedra, en cada árbol de aquel bosque. Nos habló de lo poderosos que éramos con respecto a los demás y de lo poco que duraría cualquier ejercito que se enfrente a nosotros. También nos dijo que a su lado, todos los reinos caerían a nuestros pies y nos hizo una propuesta. Si aceptábamos estar a su lado nos daría lo que quisiésemos, poder, adenas, ejércitos de demonios a quienes comandar, en fin, nos ofreció todo lo que yo detestaba, pero con una sorpresa no tan grande vi como Balanth analizaba esa posibilidad. No demoró más de unos minutos en aceptar la propuesta de aquel extraño. Indignada le dije que el verdadero poder consistía en ayudar a los demás, no en asesinar a sangre fría, pero el no me escuchó. Simplemente me dijo “Esa es la diferencia entre nosotros Igradín. Siempre fuiste muy idealista, pero mi mirada ve más allá de la tuya. Un mundo nuevo nos espera, un mundo que ambos podríamos gobernar, pero se que mis palabras no hacen más que enfurecerte. Agradezco la compañía que me brindaste durante todo este tiempo, y por sobre todo agradezco tu amistad, pero ahora nuestros caminos se separan”. Nuevamente la voz de aquella figura inundó todo el bosque. “Balanth – le dijo – Si quieres todo lo que te propuse debes ganarte mi respeto, cumple esta misión y serás uno de mis generales. Vuelve a tu ciudad, a tu pueblo natal, y mata a cuanto ser humano se encuentre ahí. Así ganarás mi respeto”.
    Fue en ese momento que el hechizo que me tenía atada al suelo desapareció. Rápidamente traté de atacar al extraño, pero Balanth me ató al piso con una de sus maldiciones. Le supliqué que no lo haga pero no pude convencerlo. “Este no es tu momento, nos volveremos a encontrar en alguna batalla, pero desgraciadamente ya no seremos del mismo bando. Adiós”. Y tras decir esto se alejó de mí con rumbo a la ciudad al tiempo que la figura desaparecía. Lo seguí con la mirada hasta que se perdió en el horizonte, pero seguía allí inmóvil sin poder acercarme. Pasó un largo rato hasta que el maleficio se deshizo y rápidamente me dirigí a la ciudad. Mientras me acercaba oía los lamentos ahogados de los niños y de todos cuantos habitaban la villa. Al llegar a la puerta pude ver lo que ya sabía iba a encontrar, mis amigos, mi familia, algunos ancianos, aquellos guerreros con los que tantas batallas ganamos, todos yacían en el piso, muertos o prácticamente muertos, y el, parado en medio de la ciudad seguía echando maldición tras maldición. Horrorizada y con los ojos llenos de lágrimas no pude hacer otra cosa que atacarlo. La batalla que mantuvimos duró mucho tiempo, demasiado, ambos estábamos agotados. Su último ataque me dejó casi sin vida, tendida en el piso viendo como se me acercaba para darme el golpe final, pero de repente, sentí como el amuleto que tenía en el cuello, ese amuleto que ahora tú tienes Hush, me devolvía toda la energía que había perdido. Dando un salto me puse en pié y le dirigí mi último ataque. Lo tomé desprevenido y segundos después estaba envuelto en llamas, muriendo poco a poco, pero con su último suspiro, antes de desaparecer emitió su última maldición. “Yo te maldigo Igradin, nunca más vas a utilizar la magia. El día que lances un solo conjuro, por más inofensivo que este sea, matarás a todos los que estén a tu alrededor, causarás tanto dolor como el que yo estoy causando ahora. No importa donde estés ni que tan lejos, un solo conjuro matará a todo tu pueblo y a todos tus descendientes. Igradín, ahora estás Maldita”. De repente el fuego que lo envolvía desapareció, al igual que el, pero una risa tenebrosa quedó flotando en el aire”.
    Una lágrima rodó por la mejilla de mi madre al tiempo que los ancianos se alejaban de la casa y mi padre me llevaba nuevamente a la cama.
    Ahora entendía...

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